Marketing Digital para la Generación Z

Para que este artículo fuera escrito, necesité quedarme callado. No voluntariamente, sino ignorado por los mandos de la empresa para la que colaboré durante un breve tiempo.

Cuando North Marketing entra en un momento complicado que incluye baja o falta en las ventas, clientes morosos, errores y otros desafíos, recurro a los básicos del negocio: vender, promover y optimizar la comunicación. Sin embargo, también he desarrollado una estrategia que me evoca la historia del Príncipe y el Mendigo. Busco un empleo de bajo perfil que ponga a prueba si mi conocimiento está actualizado, si es correcto y si mi percepción del mercado coincide con otros sectores.

Así, a lo largo de mi vida, he trabajado en una variedad de roles, desde vendedor de mostrador y promotor de tarjetas de crédito hasta asistente técnico en una tienda de electrónicos, repartidor de volantes, guía de turistas y hasta estilista canino.

La más reciente experiencia la viví hace dos meses cuando respondí a un anuncio en un periódico que buscaba a un «Blogger». En un mundo donde los medios impresos están siendo desplazados por los digitales, esto parecía un oxímoron y me intrigó descubrir quién solicitaba un comunicador digital a través de un medio del siglo pasado.

Resultó que el anunciante era el dueño de un grupo de lotes de autos con un enfoque súper interesante. Su negocio se centraba en la comercialización de autos recuperados de robos o reposesiones, vendiéndolos a un 60% de su valor comercial, con ganancias que oscilan entre el 40% y el 50%. Los detalles financieros que respaldan la rentabilidad de este negocio son fascinantes, pero los dejaremos para otro artículo.

Cuando asistí a la reunión, me encontré con un lobo marino, depredador ápex, hábil en la venta y el discurso, un trato excepcional con las personas y liderazgo basado en respeto y autoridad señorial. Un clásico emprendedor latinoamericano de vieja escuela, cuyo éxito económico que había generado «envidia sana» y dependencia emocional entre sus empleados. La combinación de estas características es común en el mercado laboral mexicano y, en su mayoría, es benéfica para las empresas con equipos de 2 a 15 empleados.

Puedo generalizar que este tipo de empresas duran un promedio de 20 años hasta que son incapaces de adaptarse a nuevas tendencias. Pero en ese tiempo, el empresario pudo incrementar sustancialmente su patrimonio e incluso es posible que los empleados más fieles y entregados también hayan obtenido algún provecho, como una pequeña casa de Infonavit.

El trabajo que me ofrecieron y acepté en una entrevista de 10 minutos, consistía en apoyar al responsable de publicar las unidades en plataformas digitales. Aunque esta tarea parecía metódica y sencilla, requería una estrategia sólida para organizar datos y un sentido social para que el esfuerzo fuera rentable. Desde mi perspectiva, se asemejaba a saber cómo colocar una lata de alimento en un estante para que destacara frente al posible comprador.

Comencé a trabajar al día siguiente; lo hice de manera puntual y con un entusiasmo genuino para aprender y contribuir. Mis únicos compañeros de trabajo eran el administrador y el especialista en comunicación digital, ambos con más de dos años de experiencia en la empresa. De sus actitudes y comportamientos, saqué las siguientes conclusiones: desconocían la dirección hacia la que se dirigía el negocio, sus objetivos, oportunidades y desafíos; mostraban un respeto absoluto y sumiso hacia los dueños y superiores; dedicaban horas extras al trabajo sin una compensación adecuada; carecían de iniciativa para proponer, implementar o aceptar mejoras en sus métodos de trabajo. Todo estaba dictado por el patrón y no admitía debate. El ambiente laboral era tenso, y se esperaba que todos estuvieran ocupados en tareas complejas cuando el jefe estaba presente.

Día tras día, fui desentrañando las complejidades y secretos de este negocio, que en última instancia, es similar a cualquier otro. También me involucré en la gestión de redes sociales, el formato de publicaciones y otros aspectos cotidianos.

Un día escuché el podcast de Oso Trava con Carlos García Otatti. Casi de inmediato, surgieron ideas y sugerencias que planeaba compartir al día siguiente para contribuir al crecimiento del negocio. Para este artículo, fue afortunado que no tuve la oportunidad de expresar mis ideas, aunque busqué un par de veces la oportunidad. No hubo ningún interés por parte de empleados o dueño por escuchar. Y fué bueno porque mi silencio me permitió madurar mis pensamientos, y pude profundizarlos conforme vivía la actividad diaria del negocio.

El tiempo de decir adiós llegó, y agradecido cumplí mi último día. Llegué a dos conclusiones importantes. La primera se relaciona con el futuro que vislumbro para el negocio de los autos, mientras que la segunda se vincula al clima social que prevalece en el entorno laboral actual.

Inclusión

Es el momento de que las Hanna Schmitz abran sus talleres. Me encanta el rol de mujeres como Cecilia Payne, que descubrió la composición de las estrellas, o Katya Echazarreta, que desafía la gravedad. Han demostrado tener éxito en campos donde la confianza es esencial. No tengo duda de que sería innovador comprar un vehículo seminuevo certificado por un taller operado 100% por mujeres, siempre que se comunicaran correctamente los avales de su preparación, la calidad de su trabajo, los respaldos institucionales.

Movilidad

Sin extenderme, creo que en el futuro, las necesidades de vivienda y transporte se fusionarán bajo el concepto de «Habitat Vans». Las cifras que he leído sobre los costos de vivienda, el trabajo remoto, la economía de espacios y las necesidades cambiantes respaldan esta visión. Millones de jóvenes con poder adquisitivo verán su primer vehículo como una oportunidad para dejar sus hogares y explorar el mundo. Es momento de comenzar a comprar Vans y adaptarlas como vivienda para ser rentadas o vendidas.

Finalmente, una conversación que escuché me dejó ideas claras sobre el clima laboral y social actual. En el radio se escuchó una noticia que se refería a las protestas contra la expropiación de los fideicomisos que beneficiaban a los trabajadores del poder judicial en México. Sabía que el jefe estaba atrapado en el tráfico debido a estas protestas. Después de que se mencionara la noticia en la radio, uno de mis compañeros le preguntó al otro: «¿Sabes por qué están protestando?» La respuesta de su colega, que trabajaba horas extras sin prestaciones, vacaciones, ni un salario competitivo, fue sorprendente: «Reclaman los cabrones porque les quieren quitar los privilegios.»

¿TE PARECIÓ INTERESANTE ESTA IDEA?

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